“La economía circular es una nueva manera de entender la sociedad y la economía desde una perspectiva más innovadora”
Juan Antonio Pedreño, presidente de Ucomur, Coceta, Cepes y Social Economy Europe
Uno de los retos de la sociedad actual es alcanzar un desarrollo sostenible que acabe con los riesgos ambientales a través de nuevas herramientas de trabajo y de hábitos más respetuosos con el medio ambiente.
La economía circular parece que es el nuevo modelo económico del que todo el mundo habla aunque todavía resulta poco conocido para muchas empresas y desde luego muchas menos son las que lo aplican, situación que podría generar el peligro de que esta “nueva economía” quedase en una simple palabra vacía de contenido.
Hablamos de una economía que supone pasar de “producir, usar y tirar” a “producir, usar, reutilizar y reciclar”, en otras palabras “convertir el residuo en recurso”. Los productos tienen que ser reparables, actualizables y completamente reciclables.
Este nuevo concepto es una transformación importante del sistema económico que involucra no solo al sector empresarial, sino a instituciones, gobiernos y a la sociedad en general y que incluye temas que van más allá de recursos materiales y residuos.
Un modelo que comparte objetivos con la economía social en muchas de las variables de desarrollo de ambos conceptos. Por ejemplo en la búsqueda de un desarrollo sostenible, donde coincide plenamente con las conclusiones del Consejo de la Unión Europea de diciembre de 2015 cuando señalan que “la Economía Social contribuye sustancialmente al desarrollo económico, social y humano de Europa, así como a la consecución de varios objetivos de la Unión Europea como un crecimiento inteligente, sostenible e innovador, empleo de alta calidad, cohesión social, innovación social, desarrollo local y regional y protección del medio ambiente.”
Vemos que aparecen términos como desarrollo sostenible, empleo, compromiso con el entorno, desarrollo local (municipios), coincidentes con los que la economía circular plantea ante el deber hacia las generaciones futuras de administrar nuestro medio ambiente de la mejor manera posible; algo especialmente evidente reconociendo en las empresas de economía social su vinculación al territorio, su no deslocalización y por tanto la necesidad de permanecer en un entorno geográfico durante toda la vida de la empresa, lo que las lleva a tratar de hacerlo más habitable y más sostenible.
Del mismo modo se habla de que las medidas que se tomarán para mejorar la productividad de los recursos en un 30 por ciento para el año 2030, podrían aumentar el PIB en casi un 1 % y posibilitarían la creación de 2 millones de puestos de trabajo adicionales (otros estudios lo sitúan en 400.000). Estos retos están alineados con la Agenda 2030 proclamada por Naciones Unidas en el 2015 y en concreto con el ODS (Objetivo de Desarrollo Sostenible) número 12 que hace referencia a garantizar modalidades de consumo y producción sostenible.
En todo caso, se trata de un objetivo nuevamente compartido como es la creación de empleo. ¿De qué empleo?, ¿en qué tipo de empresa?.
Pero más allá de ese potencial de empleo que la economía circular puede llegar a crear, hay que tener en cuenta otros impactos sociales y laborales que también preocupan a las empresas de la economía social como son las implicaciones de género, los efectos laborales, el bienestar social, la pobreza y las desigualdades o mejor cómo evitar el crecimiento de las desigualdades, objetivos nuevamente coincidentes con los que defiende la economía social.
Para todo ello, va a ser fundamental la acción de las instituciones y los gobiernos, más allá de la Unión Europea. Por eso adquiere un extraordinario valor el compromiso de los municipios.
Así, la Declaración de Sevilla reconoce como fundamental el papel de las ciudades para la implantación de un nuevo modelo de desarrollo que es el que representa la economía circular, una fórmula en la que la revalorización de los residuos, la preservación de los recursos y la tendencia hacia el vertido cero abre la puerta a un crecimiento sostenible y a la mejora de la competitividad. Y en este sentido si los municipios son la primera línea para la implantación de la economía circular, serán las empresas vinculadas a ellos la segunda línea de acción. Y ahí vuelve a aparecer la economía social.
La economía circular es, en definitiva, una nueva manera de entender la sociedad y la economía desde una perspectiva más innovadora, en la que todos debemos ir de la mano. Hay que rediseñar y repensar la forma en la que producimos para que, desde su origen, los productos tengan una hoja de ruta para continuar una vez que su uso ha finalizado.
En este sentido y en el sector de la economía social, es en la industria alimentaria (cooperativas agroalimentarias), dada la naturaleza de su actividad en el campo y la huerta, donde trabajan con más intensidad para desarrollar prácticas de trabajo cada vez más sostenibles y compatibles con el medio ambiente. Y ha sido también aquí donde las cooperativas agroalimentarias han marcado un primer paso implicándose en el Pacto por una Economía Circular llevado a cabo por el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, que considera que en 2030 la población mundial estimada será de 8.500 millones de personas lo que supondrá un incremento del 50 % en energía, un 30% en agua y un 50% en el consumo de los alimentos.
Mejora en el consumo energético, papel reciclado, recolección de bombillas reciclables, crear pastas celulósicas a partir de materias primas alternativas, venta de zapatos ecológicos, reciclaje de llantas usadas, generar materiales biodegradables a partir del desecho de las granjas, fabricar bolsos, ropa e hilo a partir de desechos de plásticos….son algunos de los ejemplos de una nueva línea de actuación que genera nuevas ideas de negocio relacionadas con las diferentes formas de la economía circular y para lo que se necesitarán nuevos emprendedores convencidos de que existe otra forma de producir y otra forma de empresa.
Porque el desarrollo de esta economía tiene que ayudar a disminuir el uso de los recursos, a reducir la producción de residuos y a limitar el consumo de energía. Tiene que ayudar a reorientar la producción de los países. Pero además de los beneficios ambientales, esta actividad es creadora de riqueza y empleo.
Un empleo con una ventaja inicial para la economía social porque en su ADN se encuentra ese compromiso y esos objetivos. Es un nuevo escenario para poner en valor la Responsabilidad Social de las empresas de la economía social, que han demostrado ser baluartes y defensoras de esa RSE, configurándola siempre como una nueva concepción de empresa, como una nueva forma de gestión y el hecho de que se fundamente en valores como la solidaridad y un compromiso con el Desarrollo Sostenible hace que la economía circular abra una nueva y gran oportunidad a otro modelo de desarrollo y nuevas oportunidades de empleo en un marco más sostenible.